2.9.09

el balcón de Wittgenstein

Estoy en clase. Somos cuatro alumnos. El tema empezó aburrido, pero al rato el profe lo mejora: “la filosofía es una locura que no resuelve nada, con ella no se hace uno más hombre ni más feliz.” Habla de Wittgenstein.

Los ventanales del aula 163 me permiten ver directamente el balcón donde esta ella. Miro al profe, finjo que pongo atención, asiento, sonrío, pienso ligeramente en el Wittgenstein de los Diarios y sé que el profe hace un esfuerzo por hacerlo interesante; más aún, sé que es interesante, me gusta el misticismo del austriaco, sus arrebatos a la vez tan filosóficos y contrafilosóficos, “solo es feliz quien no necesita preguntarse por el sentido de la vida”, o pensar a “dios” como un problema lingüístico, o proponer que nada de lo más importante cabe en palabras, ni siquiera en palabras filosóficas, que más bien terminan por enredarlo todo.

Cada vez que puedo, vuelvo a mirar hacia el balcón y ella sigue ahí y también me mira. Sonrie. Me sonríe.

¿Por qué estoy con otra sin haber intentado siquiera estar con ella? Ahora, también ella está con otro.

Me pregunto cómo es ella; en el amanecer, por ejemplo, recién despierta, ¿gemirá y retozará con pereza o será de esas personas siempre energéticas que se levantan como un resorte súbitamente liberado? ¿Cómo serán sus pausas al hacer el amor? ¿Qué pensará del “sentido de la vida”? ¿Se lo preguntará o será que ya lo vive?

Somos tan pocos en el aula que no puedo divagar a mis anchas sin que el profesor lo advierta; oscilo entre la mirada lógica y diminuta del profe a la mirada fija y abismal de la chica en el balcón, esa mujer con la que he soñado muchas veces, despierto, hasta onanista, como Wittgenstein... Siento que entre el profesor y ella hay una brecha infranqueable, un puente, una escalera prácticamente infinita.

Su rostro perfilado, duro, su cabello tan corto, marrón, casi masculino, y sus pómulos salientes y sus labios gruesos como gajos de mandarina...

El profe hablaba de los diarios filosóficos de Ludwig W. pero ahora vuelve al Tractatus.

Yo solo pienso en cómo subir esta escalera, cómo llegar al final y dejarla ir sin retorno, porque solo dejaría ir una escalera quien estuviera seguro de que ya nunca más la necesitará... ¿No? ¿O se trata más bien de dejarla ir sin contar con ninguna certeza? Al final de la escalera estaría con ella, allí a su lado en el balcón, quizá mirando también, como hace ella ahora, a otros alumnos y a otro profesor o el mismo y sabría, quizá sabría con certeza que todo se trataba de eso: ese momento a su lado...

Pero sé que nunca veremos juntos el amanecer. Hoy, en el balcón, su sonrisa me hace feliz.

[1997]

2 comentarios:

  1. abismo es una buena categoría. cabe bastante.

    ahora mismo leo el cuaderno azul para el mismo curso con el mismo profesor, pero en la 110. si hay ventana, eso sí.

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  2. y no te parece que el cuaderno azul (o el marrón, da igual) de LW es en realidad tremendamente aburrido de leer? Es que casi que me obligaba a divagar por la ventana, la real, o cualquiera otra en mi cabeza...

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